Clarín es un intelectual preocupado por conjugar el idealismo con la filosofía
positivista y la búsqueda del sentido metafísico o religioso de la vida. Es un gran analista, un perfeccionista que persigue el detalle y entiende la literatura como un trabajo constante y minucioso de gran contenido ético; su método es la prospección positivista propia del realismo y del naturalismo. Chocó con
su época por su mordacidad, por sus críticas literarias despiadadas, producto de su misión docente: pretendía elevar el nivel cultural de su país y por
lo tanto censuraba el mal gusto y la vulgaridad.
Escribió también cuentos y dos grandes novelas, La regenta (1885) y Su único hijo (1890), en las que plantea el tema del adulterio.